viernes, 20 de septiembre de 2019

La locura de la lectura. 3 ¿Por qué quieres ser Lic?



 3. ¿ Por qué quieres ser Lic ?

   
Ya lo dije, cuando algún muchacho me pregunta acerca de cómo y adónde estudiar para ser abogado tengo la mala costumbre de contestarles con otra pregunta, ¿porqué quieres ser abogado?   La misma pregunta cabe para un aspirante a médico, ingeniero, empresario o lo que sea.

Para suavizar la pregunta les digo qué me ayudará a darles un buen consejo.  Pero la verdad es que la pregunta es de mala leche.  Es una trampa para estimularlos a que reflexionen sobre los motivos que los empujan a tomar una decisión tan importante: a qué van a dedicar su vida.

Lo que sigue es que me ven como a un animal raro y no tienen una contestación satisfactoria; a menudo ni siquiera para ellos mismos.  Agrupo las respuestas que he recibido como sigue: (a) no lo habían pensado; (b) porque sí; (c) su padre, abuelo, tío u otro pariente es abogado; (d) sus padres quieren que sea abogado; (e) ganar dinero; (f) entrar en la política; (g) tener un título (equivalente contemporáneo a pertenecer a la nobleza).

Conforme al DRAE* entiendo por profesión, el empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución.  Ello incluye la dedicación a un arte como músico, escritor, pintor, escultor.  Incluyo profesiones no remuneradas; las que corresponden al ocio clásico de los patricios y los aristócratas de antaño.  La definición es flexible y amplia; responde a la pregunta: ‘—¿A qué te quieres dedicar en la vida?

Si la pregunta da lugar a una conversación, valió la pena. 

Un adolescente no tiene la mínima experiencia necesaria para tomar un decisión tan importante como es la elección de su profesión.  Sin embargo, se le exige.  Entonces escoge siguiendo las recomendaciones o direcciones de sus mayores; o de sus amigos, cuya experiencia es similar.  

Uno de mis autores favoritos es Mortimer Adler.  Fue un filósofo estadounidense, que escribió obras importantes, claras y accesibles para el mortal común y corriente; por lo que la academia de los filósofos lo trató como un simple divulgador.  Mal para la academia.  El Times lo calificó como el filósofo de todo el mundo.  Uno de sus libros How to Think about the Great Ideas (Como pensar acerca de las grandes ideas), es una compilación de las transcripciones editadas de sus 52 emisiones de la serie de TV, The Great Ideas.**   Se refiere a las grandes ideas de la civilización occidental.

Uno de sus libros, Como leer un libro, es conocido en todo el mundo.  Adler escribió una barbaridad (vivió 99 activos años).   Recomiendo, entre otros Six Great Ideas (Seis grandes ideas), Ten Philosophical Mistakes (Diez errores filosóficos), Aristotle For Everybody (Aristóteles para todos), How to Speak How to Listen (Como hablar, como escuchar); este último es fundamental. 

En Philosopher at Large: An Intellectual Autobiography (Filósofo sin límites, una autobiografía intelectual), cuenta como al inicio de su adolescencia tuvo necesidad que dejar los estudios y trabajar para ayudar a su familia.  Pasados unos años regresó a los estudios y adquirió todos los títulos y papelitos reconocidos.  Fue profesor en la Universidad de Columbia y en la de Chicago.  Entre otras, recibió la Medalla Nacional de Humanidades en los EE.UU. 

Después de su experiencia de salir y regresar a la escuela, concluye que a la entrada de la adolescencia los jóvenes deberìan dejar la escuela dos o tres años y luego regresar más maduros y con experiencia. 

Conozco a muchos que, adquirido el título, incluso después de haber ejercido, cambian de profesión y viven muy satisfechos.  Es común que, después de cursar los estudios y obtener el papelito, muchos profesionistas encuentran trabajos no relacionados con su profesión, deciden dedicarse a diferentes actividades.  Por ejemplo, muchos abogados que, trabajando en una empresa, ascienden a altos puestos de dirección; lo mismo médicos en hospitales y académicos en universidades. 

Todos evolucionamos.  Ejemplo, el siguiente resumen autobiográfico.  Cuando estudié derecho mi decisión era no dedicarme al derecho internacional ni al litigio.  Esas materias las estudié para cubrir el currículo de la carrera.  No estaban en el currículo materias como quiebras o insolvencia, arbitraje y métodos alternativos de resolución de disputas.  

Mucho menos otras que no existían, como lo es el uso de la tecnología de la información, las transferencias electrónicas de fondos. 

Todo eso lo estudié después.  Es a lo que me he dedicado e, incluso, en la UNCITRAL presidí los trabajos sobre la Ley Modelo del Comercio Electrónico, transferencias electrónicas de fondos y la reforma de 2006 de la Ley Modelo de Arbitraje Comercial Internacional y la Ley Modelo de Conciliación (mediación) Comercial Internacional.

Nos enseñaron que nuestra misión era auxiliar en la observancia de la justicia, en lugar de resolver problemas humanos relacionados con los malentendidos o las injusticias.  Ahora es peor, preparan especialistas. Los especialistas de hoy buscan diplomados y cursos especiales.  Olvidan la preparación humanística, que es la buena.

Nada como adquirir el doctorado en el arte de vivir.  Prepararnos para el matrimonio o la relación de pareja, el cuidado y educación de los hijos, la amistad, la vida en sociedad.  Sobre todo, para disfrutar de la vida, aceptar y ser fuertes en los momentos difíciles. 

Tengo perdido a un amigo, abogado y  compañero de generación, que abandonó la carrera y es un próspero propietario de una taquería en la calzada Zaragoza.  Hace muchos años, cuando en el patio de los tribunales se despidió de mi como abogado y me contó de su nueva empresa, me dio envidia.  Me recordó a aquél profesor  que nos decía:  ‘—Si no no les gusta el derecho déjenlo, luego el título les estorba para vender tacos’.

La inquietud por educarse suele llegar más tarde.  El error es confundir la educación con el papelito.  No es así, la excelencia de la educación, la excelencia humanista, depende del crecimiento a través del contacto, diario y reposado, con los grandes pensadores, literatos y artistas de la humanidad.  Es ahí en donde se obtienen los mayores grados de la aristocracia intelectual y las mejores calificaciones para desarrollar cualquier profesión.

Se habla mucho de la vocación profesional.  Yo prefiero hablar de inclinaciones o aptitudes.  Se puede ser abogado por inclinaciones, aptitud, influencia familiar.  Pero ese abogado pudo, o puede ser, psicólogo, escritor, empresario, publicista, etcétera.  

Esta necesidad de cambio, o de evolucionar. es intensa en nuestra época.  La Enciclopedia Británica comenta que después de la Segunda Guerra Mundial, la demanda de profesionales entrenados en los nuevos campos de la computación, sistemas electrónicos y servicios médicos, produjo un interés creciente en programas cortos, especializados en esas áreas alternativas a la educación tradicional en los colegios.

Es bueno tener conciencia de las razones para escoger una profesión.  Se habla de vocación profesional y hay algo de eso: pero poco.  Balmes (El criterio), por ejemplo, tiene un capítulo sobre la vocación;  y en las universidades hay departamentos o secciones de vocación profesional.  No sé.   En mi experiencia, salvo excepciones notables; especialmente artistas y genios creativos, todos tenemos cierta amplitud multifuncional.

Tiempo atrás, la profesión del hijo mayor principalmente, era la del padre. Si el padre era doctor, el hijo sería doctor; y si era panadero, sería panadero y así sucesivamente.

En mi caso, cuándo me pregunto qué me motivó a ser abogado, se me pone la mente en blanco.  Tengo sospechas, mi abuelo era un abogado muy reconocido y dos de sus hijos también lo eran.  Mi otro abuelo, José María, también ejercía de abogado.  Pero tenía muchos años de muerto cuando yo nací.

Lo más cierto es que, como en muchos casos, en mi decisión, aparte de esos antecedentes familiares, predominó la pereza y el desconocimiento.  La opción del bachillerato de humanidades me salvaba de estudiar cálculo diferencial y trigonometría: no había de otra.  El bachillerato de humanidades, me atraía; las materias, entre otras, eran literatura, lógica, ética, historia; y todo ello siempre me ha fascinado.

Lo que si tengo muy claro es que desde el primer año de derecho, me di cuenta de que no tenía la menor idea de lo que iba a estudiar.  Lo afortunado de mi caso, es que sin ser un matado si era cumplido, me puse a estudiar con diligencia y me gustó.

Mi respuesta es que hay que estar preparados para el cambio, para lo que venga; lo bueno, lo malo y lo feo.  Mi mejor universidad es la de las grandes obras 

*  Diccionario de la Real Academia.

**.  Los títulos de Adler que cito en inglés no los he encontrado en ediciones en español.  Pongo mi traducción de los títulos que no encontré en internet en español, para que tengan una idea si quieren hacer sus búsquedas.






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