2. Un poco de gasolina para calentar motores.
Antes de
seguir adelante, tengo que dar material para que se pongan manos a la obra.
Para todos; principalmente para los novicios o no iniciados.
Apenas tenía
uso de razón cuando adquirí la adicción a la lectura; junto con mi fanatismo
por transmitir esa afición o pasión por los libros. He pasado la vida
intentado toda clase de estrategias. Mencionaré algunas.
La primera
es de carácter negativo: abolir la obligación de leer. Esa
prohibición, ahora, es desconocida en los colegios; la mejor manera de espantar
a los muchachos es imponerles lecturas. En mi juventud se nos torturaba
con otros métodos. Recuerdos como los profesores transmitían el
conocimiento de la literatura y la estimulaban. El profesor explicaba sus
virtudes, clasificaciones, épocas, y se refería a los grandes libros. No
había obras obligatorias (salvo el libro de texto).
Los
profesores nos platicaban de las obras, nos resumían novelas, cuentos, poemas y
epopeyas. Comentaban la trama, los temas humanos que expresaban, como el amor,
la ambición, la compasión, la venganza, la convicción política, etcétera; y nos
leían fragmentos. Fue en una de esas clases que me quedé en éxtasis
cuando escuché a mi profesor recitarnos, de Luis G. Urbina, Metamorfosis,
que comienza: Era un cautivo beso enamorado/ de una mano de nieve que
tenía / la apariencia de un lirio desmayado / y el palpitar de un ave en la
agonía. O me entusiasmó oír el soneto de Quevedo cuyo primer cuarteto
dice: Retirado en la paz de estos desiertos/ con pocos pero doctos
libros juntos/ vivo en conversación con los difuntos/ escuchando con mis ojos a
los muertos.
Edmundo
Fentanes nos enseñó a no tener miedo al lenguaje. Desde la primera clase
se ganó nuestra simpatía y admiración: —No sean ridículos por miedo a
las palabras. No se dice asentaderas, se dice nalgas. ¡Y eso
sólo fue el inicio! Fue una excelente clase inicial para una palomilla
estudiantes de secundaria, veracruzanos, con edad promedio de doce a quince
años ¡Que privilegio haber estado ahí!
Lo traía en
la sangre. Su padre, Benito Fentanes, fue un prestigiado filólogo, gramático
y defensor del idioma. En las sucesivas ediciones del Derecho
mercantil de Roberto L Mantilla Molina, en lugar del tradicional Corregida
y aumentada, se lee: Revisada y puesta al día. Roberto me
platicó que Don Benito fue su profesor cuando estudió la secundaria en
Veracruz. Un día anunció que la nueva edición de uno de sus libros se
había publicado. Roberto comentó en voz alta: '—Corregida y
aumentada'. Don Benito le respondió;' —Revisada y puesta al día.
Benito Fentanes no escribe pendejadas'. Roberto no olvidó la
lección.
El buen uso
del lenguaje es disciplina mental, claridad, ejercicio y muestra de la
inteligencia.
Entonces el
ambiente familiar era diferente; se platicaba en la mesa de literatura, las
artes y los chismes sabrosos. Mi abuelo, de quien tendré mucho que
hablar, fue mi profesor de literatura en la secundaria. En su clase no
aprendí mucho porque sus enseñanzas las había escuchado hasta el cansancio y me
sabía todas las lecciones. Había enviudado y mis padres me destinaron a
acompañarlo, por lo que tuve la buena fortuna de convivir muchos años en su
cuarto y escucharlo todas las noches.
La cultura
se cultiva y florece platicando; en familia o entre amigos. Platicando
con los libros, las obras de teatro, las películas, las series, el ballet y con
las artes en general. Es el tesoro escondido que la sociedad
contemporánea busca, equivocadamente, en la abundancia, la velocidad y el
frenesí.
Pasé mi
infancia y juventud escuchando de mi abuelo los hechos ejemplares de los héroes
griegos y latinos que cuenta Plutarco en sus Vidas paralelas, a las que
me aficioné desde entonces. Cayó en mis manos una obra, clásica en
Alemania: Las más bellas leyendas de la antigüedad clásica de
Gustav Schwab, universalmente aclamada. Me inoculó el virus de la cultura
clásica grecorromana.
Lo adopté
como uno de mis libros favoritos, años después lo hice encuadernar en piel y lo
guardé hasta que se perdió; tengo serios indicios acerca de cuál de mis hijos
lo tomó en préstamo vitalicio.
Así hicimos
con nuestros hijos. Les contábamos cuentos a la hora de ir a la cama; lo
exigían; conforme crecieron comenzaron exigir cosas más caras.. En los
tiempos de los libros en papel, exageré la compra de libros. Vivieron rodeados
de libros en una casa que era una biblioteca; así fue, a propósito y para
ellos. Nunca les impuse que leyeran, siempre les platiqué mis lecturas.
Con algunos funcionó mas, con otros menos. Nunca se sabe.
Ahora lo negarán, vivimos en una polémica perpetua; me atribuyen que hice
lo que no hice y que no hice lo que hice; soy el blanco favorito de sus
chistes, burlas y confabulaciones. ¡Hermoso! Nos llevamos muy bien,
dentro de un gran desorden y confusión. Es el resultado natural de una
buena educación.
Todas las
artes son fuente de vida y se alimentan entre sí. Mi filosofía es una
concepción personal del humanismo. El humanismo es abierto y flexible, no
todo es literatura. También cuentan el teatro, el cine, la televisión,
la ópera, el ballet y, ahora, los medios sociales. Todos se complementan
entre sí y contribuyen a la educación de brillantes licenciados, maestros y
doctores en el arte de vivir. No me olvidaré de tratar más a fondo sobre
el humanismo.
Mi primer
contacto con Shakespeare fue Hamlet. En una película que vi en un
cine de barriada en Veracruz: la versión de Sir Laurence Olivier del año 1948.
Es una magnífica obra de arte:
toda la
película fluye sin que haya un solo corte. Desde entonces me atrae ver
cualquier representación teatral o película de Shakespeare. Leo (releo)
selectivamente sus obras; como leo y releo otras, que forman la selección
de mis favoritas.
Las
películas, y ahora los medios sociales como Facebook, que consulto todos los
días, son magníficas fuentes de información. Funcionan circularmente, una
película, serie, video clip, podcast o comentario, refieren a la obra. Se
ve la serie o película y se antoja leer la obra; y viceversa.
Le doy preferencia
a las películas o series que están basadas en una obra literaria. Así, en
tiempos recientes he visto Los Miserables de Víctor Hugo, Grandes
esperanzas y La casa deshabitada (Bleak House) de Dickens, La
dama vestida de blanco (Woman in White) de Willkie Collins, La
guerra y la paz de Tolstoi, Madame Bovary de Flaubert, El
nombre de la Rosa de Eco, Testigo de cargo, de Agathe
Christie, Howard End, de Foster. La lista, como la de
los libros, es interminable.
Versiones
de esas, y muchas otras obras de gran valor humano, se pueden ver en las series
de Netflix, Amazon, HBO y otros. Todos los días veo en Facebook
comentarios, recomendaciones, video clips, que me informan y me incitan.
Tengo mis muros favoritos; entre ellos la BBC Cultural y BBC Culture
Film, Oxford University Press (OAP), The School of Life, Librotea, Nexos,
Letras Libres, Smithsonian, universidades, instituciones culturales, de
investigación, clubes de lectura y muchos otros lugares útiles de
información.
Google,
también, es una gran fuente con información muy interesante. Lo importante es la curiosidad, el interés y
saber buscar. Diferente, pero también
útil, es Twitter.
No hay que
olvidar, y siempre están a la mano las clásicas lecturas de iniciación. Atractivas
para un buen lector curioso, desordenado, aventurero. Los piratas y
otros héroes de Emilio Salgari (Sandokan, El corsario negro, La reina
de los caribes) cuyas obras completas encontré en un pequeño librero, que
fue mi refugio y que me iniciaron en la lectura, las de Dumas (Los tres
mosqueteros y la saga de sus personajes en diversas novelas, El Conde de
Montecristo, La reina Margot), La isla del tesoro de Robert Louis
Stevenson, de Julio Verne (Viaje al centro de la tierra, La vuelta al
mundo en ochenta días, Veinte mil leguas en viaje submarino). Las aventuras de Sherlock Holmes y una
inmensa lista.
En su tiempo
se publicaron, tuvieron éxito y difusión, como lectura para adultos; muchas de
ellas se conocen como novelas de folletín, un capítulo a la semana en un
periódico. Ahora, la gente que se siente sería y educada, dice que son
obras para niños o jóvenes, pero no dejan de ver su episodio en suerte: Juego
de Tronos o las que están de moda ¡Es chistoso!
Hay novelas
contemporáneas, fáciles de leer y divertidas. Como La tía Julia y
el escribidor de Mario Vargas Llosa. Es un entretenido relato
semiautobiográfico de sus inicios como escritor de guiones para radio novelas,
el enamoramiento con su tía, que era unos diez años mayor que él, y como se
fugaron de la conservadora sociedad y familia en que vivían y se fueron a vivir
a París.
Es tanto que
hay que cuidarse en contra del empacho; ser selectivo y no pretender ver o leer
todo. La mejor manera de no leer es una montaña de libros; la mejor forma
de no aprovecharlos, es leerlos por fragmentos; un fragmento o capítulo hoy, y
regreso dentro de unos días o semanas.
Especialmente
las novelas solo se viven sumergiéndose en una sola a la vez.
Se habrán
dado cuenta que recomiendo mucho releer. Por ejemplo, ahora que leyeron
esta segunda entrada, los invito a que repasen la primera. No la he
modificado, pero la encontrarán novedosa.
La liga es https://bit.ly/2lSPWgP
En la
entrada anterior hay una errata en el nombre en francés de los Ensayos de
Montaigne. Es Essayes, lamento mi petulancia de referirme al
título en frances; lo apropiado y elegante es hablar en español.
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