viernes, 13 de septiembre de 2019

La locura de la lectura. 2. Un poco de gasolina para calentar motores



2. Un poco de gasolina para calentar motores.


Antes de seguir adelante, tengo que dar material para que se pongan manos a la obra.  Para todos; principalmente para los novicios o no iniciados.

Apenas tenía uso de razón cuando adquirí la adicción a la lectura; junto con mi fanatismo por transmitir esa afición o pasión por los libros.  He pasado la vida intentado toda clase de estrategias.  Mencionaré algunas.

La primera es de carácter negativo: abolir la obligación de leer.  Esa prohibición, ahora, es desconocida en los colegios; la mejor manera de espantar a los muchachos es imponerles lecturas.  En mi juventud se nos torturaba con otros métodos.  Recuerdos como los profesores transmitían el conocimiento de la literatura y la estimulaban.  El profesor explicaba sus virtudes, clasificaciones, épocas, y se refería a los grandes libros.  No había obras obligatorias (salvo el libro de texto).  

Los profesores nos platicaban de las obras, nos resumían novelas, cuentos, poemas y epopeyas. Comentaban la trama, los temas humanos que expresaban, como el amor, la ambición, la compasión, la venganza, la convicción política, etcétera; y nos leían fragmentos.  Fue en una de esas clases que me quedé en éxtasis cuando escuché a mi profesor recitarnos, de Luis G. Urbina, Metamorfosis, que comienza: Era un cautivo beso enamorado/ de una mano de nieve que tenía / la apariencia de un lirio desmayado / y el palpitar de un ave en la agonía.  O me entusiasmó oír el soneto de Quevedo cuyo primer cuarteto dice: Retirado en la paz de estos desiertos/ con pocos pero doctos libros juntos/ vivo en conversación con los difuntos/ escuchando con mis ojos a los muertos. 

Edmundo Fentanes nos enseñó a no tener miedo al lenguaje.  Desde la primera clase se ganó nuestra simpatía y admiración:  —No sean ridículos por miedo a las palabras.  No se dice asentaderas, se dice nalgas.   ¡Y eso sólo fue el inicio!  Fue una excelente clase inicial para una palomilla estudiantes de secundaria, veracruzanos, con edad promedio de doce a quince años ¡Que privilegio haber estado ahí!

Lo traía en la sangre.  Su padre, Benito Fentanes, fue un prestigiado filólogo, gramático y defensor del idioma.  En las sucesivas ediciones del Derecho mercantil de Roberto L Mantilla Molina, en lugar del tradicional Corregida y aumentada, se lee: Revisada y puesta al día.  Roberto me platicó que Don Benito fue su profesor cuando estudió la secundaria en Veracruz.  Un día anunció que la nueva edición de uno de sus libros se había publicado.  Roberto comentó en voz alta:  '—Corregida y aumentada'.  Don Benito le respondió;' —Revisada y puesta al día.  Benito Fentanes no escribe pendejadas'.  Roberto no olvidó la lección.   

El buen uso del lenguaje es disciplina mental, claridad, ejercicio y muestra de la inteligencia.

Entonces el ambiente familiar era diferente; se platicaba en la mesa de literatura, las artes y los chismes sabrosos.  Mi abuelo, de quien tendré mucho que hablar, fue mi profesor de literatura en la secundaria.  En su clase no aprendí mucho porque sus enseñanzas las había escuchado hasta el cansancio y me sabía todas las lecciones.  Había enviudado y mis padres me destinaron a acompañarlo, por lo que tuve la buena fortuna de convivir muchos años en su cuarto y escucharlo todas las noches.  

La cultura se cultiva y florece platicando; en familia o entre amigos.  Platicando con los libros, las obras de teatro, las películas, las series, el ballet y con las artes en general.  Es el tesoro escondido que la sociedad contemporánea busca, equivocadamente, en la abundancia, la velocidad y el frenesí.

Pasé mi infancia y juventud escuchando de mi abuelo los hechos ejemplares de los héroes griegos y latinos que cuenta Plutarco en sus Vidas paralelas, a las que me aficioné desde entonces.  Cayó en mis manos una obra, clásica en Alemania: Las más bellas leyendas de la antigüedad clásica de Gustav Schwab, universalmente aclamada.  Me inoculó el virus de la cultura clásica grecorromana.

Lo adopté como uno de mis libros favoritos, años después lo hice encuadernar en piel y lo guardé hasta que se perdió; tengo serios indicios acerca de cuál de mis hijos lo tomó en préstamo vitalicio.  

Así hicimos con nuestros hijos.  Les contábamos cuentos a la hora de ir a la cama; lo exigían; conforme crecieron comenzaron exigir cosas más caras.. En los tiempos de los libros en papel, exageré la compra de libros. Vivieron rodeados de libros en una casa que era una biblioteca; así fue, a propósito y para ellos.  Nunca les impuse que leyeran, siempre les platiqué mis lecturas.  Con algunos funcionó mas, con otros menos.  Nunca se sabe.  Ahora lo negarán, vivimos en una polémica perpetua; me atribuyen que hice lo que no hice y que no hice lo que hice; soy el blanco favorito de sus chistes, burlas y confabulaciones.  ¡Hermoso! Nos llevamos muy bien, dentro de un gran desorden y confusión.  Es el resultado natural de una buena educación.

Todas las artes son fuente de vida y se alimentan entre sí.  Mi filosofía es una concepción personal del humanismo.  El humanismo es abierto y flexible, no todo es literatura.   También cuentan el teatro, el cine, la televisión, la ópera, el ballet y, ahora, los medios sociales.  Todos se complementan entre sí y contribuyen a la educación de brillantes licenciados, maestros y doctores en el arte de vivir.  No me olvidaré de tratar más a fondo sobre el humanismo.

Mi primer contacto con Shakespeare fue Hamlet.  En una película que vi en un cine de barriada en Veracruz: la versión de Sir Laurence Olivier del año 1948.  Es una magnífica obra de arte:
toda la película fluye sin que haya un solo corte.  Desde entonces me atrae ver cualquier representación teatral o película de Shakespeare.  Leo (releo) selectivamente  sus obras; como leo y releo otras, que forman la selección de mis favoritas.  

Las películas, y ahora los medios sociales como Facebook, que consulto todos los días, son magníficas fuentes de información.  Funcionan circularmente, una película, serie, video clip, podcast o comentario, refieren a la obra.  Se ve la serie o película y se antoja leer la obra; y viceversa.

Le doy preferencia a las películas o series que están basadas en una obra literaria.  Así, en tiempos recientes he visto Los Miserables de Víctor Hugo, Grandes esperanzas y La casa deshabitada (Bleak House) de Dickens, La dama vestida de blanco (Woman in White) de Willkie Collins, La guerra y la paz de Tolstoi, Madame Bovary de Flaubert, El nombre de la Rosa de Eco, Testigo de cargo, de Agathe Christie, Howard End, de Foster.  La lista, como la de los libros, es interminable.

 Versiones de esas, y muchas otras obras de gran valor humano, se pueden ver en las series de Netflix, Amazon, HBO y otros.  Todos los días veo en Facebook comentarios, recomendaciones, video clips, que me  informan y me incitan.  Tengo mis muros favoritos; entre ellos la BBC Cultural y BBC Culture Film, Oxford University Press (OAP), The School of Life, Librotea, Nexos, Letras Libres, Smithsonian, universidades, instituciones culturales, de investigación,  clubes de lectura y muchos otros lugares útiles de información.  

Google, también, es una gran fuente con información muy interesante.  Lo importante es la curiosidad, el interés y saber buscar.  Diferente, pero también útil, es Twitter.

No hay que olvidar, y siempre están a la mano las clásicas lecturas de iniciación.  Atractivas para un buen lector curioso, desordenado, aventurero.  Los piratas y  otros héroes de Emilio Salgari (Sandokan, El corsario negro, La reina de los caribes) cuyas obras completas encontré en un pequeño librero, que fue mi refugio y que me iniciaron en la lectura, las de Dumas (Los tres mosqueteros y la saga de sus personajes en diversas novelas, El Conde de Montecristo, La reina Margot), La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson, de Julio Verne (Viaje al centro de la tierra, La vuelta al mundo en ochenta días, Veinte mil leguas en viaje submarino).  Las aventuras de Sherlock Holmes y una inmensa lista.  

En su tiempo se publicaron, tuvieron éxito y difusión, como lectura para adultos; muchas de ellas se conocen como novelas de folletín, un capítulo a la semana en un periódico.  Ahora, la gente que se siente sería y educada, dice que son obras para niños o jóvenes, pero no dejan de ver su episodio en suerte: Juego de Tronos o las que están de moda  ¡Es chistoso!

Hay novelas contemporáneas, fáciles de leer y divertidas.  Como La tía Julia y el escribidor de Mario Vargas Llosa.  Es un entretenido relato semiautobiográfico de sus inicios como escritor de guiones para radio novelas, el enamoramiento con su tía, que era unos diez años mayor que él, y como se fugaron de la conservadora sociedad y familia en que vivían y se fueron a vivir a París.  

Es tanto que hay que cuidarse en contra del empacho; ser selectivo y no pretender ver o leer todo.  La mejor manera de no leer es una montaña de libros; la mejor forma de no aprovecharlos, es leerlos por fragmentos; un fragmento o capítulo hoy, y regreso dentro de unos días o semanas.  

Especialmente las novelas solo se viven sumergiéndose en una sola a la vez.

Se habrán dado cuenta que recomiendo mucho releer.  Por ejemplo, ahora que leyeron esta segunda entrada, los invito a que repasen la primera.  No la he modificado, pero la  encontrarán novedosa.  La liga es https://bit.ly/2lSPWgP

En la entrada anterior hay una errata en el nombre en francés de los Ensayos de Montaigne.  Es Essayes, lamento mi petulancia de referirme al título en frances; lo apropiado y elegante es hablar en español.

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